El privilegiado enclave pirenaico a casi dos mil metros de altitud presentaba este aspecto, con un lujuriante verde estival que combinado con el azul celeste y el gris de la montaña, parece de postal.
Las casetas construidas al principio del siglo XX que protegían las fuentes termales que se hicieron famosas. El letrero que anuncia su rehabilitación es un infamante eufemismo: están en un estado de abandono total, como todo lo que era la estación sigloventeña.
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