martes, 8 de junio de 2010

Abandono en la estación de tren, convertida por lo que pude observar en "picódromo" recurrente. ¡Qué pena y qué tristeza!. Pero mi memoria se fue hasta el mes de julio de 1974, cuando mis padres me despidieron en el expreso de La Coruña, en el momento de mi marcha a San Sebastian para trabajar en el Banco de Santander con cuatro mil pesetas de las de entonces en el bolsillo, que obviamente me había dado mi padre. Tenía diecinueve imberbes años, todo un pipiolo. Entonces siempre había gente por allí a cualquier hora, porque pasaban y paraban trenes, me dijo alguien con melancólica sorna, lo que no ocurre ahora. Un mundo que ha sido y ya no es,...ni será.

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