martes, 23 de junio de 2009

En este castillo en ruinas de Siétamo nació en 1719 Pedro Pablo Alcántara Abarca de Bolea, décimo Conde de Aranda, un político reformista ilustrado, de quien su amigo Voltaire dijo: "Cinco o seis personas como Aranda son suficientes para arreglar España". Primer ministro durante siete años en el reinado de Carlos III, organizó la expulsión de los jesuitas promovida por el Monarca, también impulsó nuevas políticas para la colonización y reparto de tierras entre los agricultores. Embajador en Lisboa, Polonia y París. Regresó al cargo al final de su vida durante el reinado de Carlos IV, aunque tan sólo duró siete meses, el tiempo que la Reina Maria Luisa de Parma necesitó para colocar a su favorito Manuel de Godoy. Y un coño obsesivo descoñó las políticas coherentes, prudentes y pacificadoras llevadas hasta entonces por los ministros de la Monarquía borbónica en medio del convulsó final del siglo XVIII y en pleno fragor de la Revolución francesa. Un coño que había alumbrado al Rey más nefasto de la Historia de España, Fernando VII.

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